Lola Mora, la desafiante

 Por Diego Tejerina


Lola Mora


“Lamento profundamente que el espíritu de cierta gente, la impureza y el sensualismo hayan primado sobre el placer estético de contemplar un desnudo humano, la más maravillosa arquitectura que haya podido crear Dios”. 
Lola Mora

 

Así, con las palabras precedentes, se pronunció Lola Mora cuando la sociedad del momento criticó su obra más reconocida: la Fuente de Las Nereidas, que en la actualidad es identificada como una obra colosal.




Podría decir que la vida de Lola Mora cambió a partir de entonces, pues se alejó de Buenos Aires y decidió volver a Salta, la provincia donde nació; pero según dicen, nunca la reconoció como su cuna.


La poca documentación que se conserva de esta mujer, confirma la fecha y el lugar de su nacimiento: el 17 de noviembre de 1866, en El Tala, provincia de Salta. Lola creció en el municipio de Trancas, Tucumán, y su nombre completo es Dolores Candelaria Mora Vega.





Al margen de esto último, el lugar de su nacimiento varía según quién la cuente; los habitantes del Jardín de la República aseguran que Lola Mora nació en su provincia, mas esta discusión puede resultar muy banal, pues se orienta a una cuestión de egos ajenos. Me surge una duda histórica. ¿Nació en 1866 o un año después? ¿Fue en abril o en noviembre? Ella creció en Tucumán, y la mayoría de sus obras están en Buenos Aires, Salta y Jujuy.


Lola Mora se convirtió en una de las artistas más reconocidas del planeta.


Salta tiene cinco trabajos suyos y hace poco se encontró una pequeña valija con efectos privados, tales como intimaciones de deudas, un dibujo a mano alzada de Las Nereidas, un abanico, un boleto para viajar de Retiro a Rosario y su documento italiano.



Monumento 20 De Febrero, Salta


Fuente Monumental de las Nereidas, C.A.B.A.




Lola Mora, haciendo gala de su humildad, nunca quiso que se cuente ni se escriba nada de ella pues, para defenderse de algún agravio o ratificar su talento, están sus obras.


Tuvo seis hermanos, tres varones y cuatro mujeres. Durante su infancia, la niña Lola desarrolló una tranquila vida de pueblo, un pueblo del interior. Estudiaba en el Colegio Nuestra Señora del Huerto, dibujaba y proyectaba sueños. Pero la vida le tenía preparada una de las pruebas más difíciles, a sus dieciocho años (1885), sus padres fallecieron con una diferencia de tan solo dos días. Su madre, de nombre Regina Vega Sardina, perdió la vida a causa de una neumonía y su padre, Romualdo Alejandro Mora, por un ataque al corazón.

Dos meses antes de cumplir veintiún años, Santiago Falcucci, destacado pintor italiano, llegó a Tucumán para dictar clases. Lola se enteró de la visita del artista y puso todas sus energías para formar parte del alumnado, cosa que logró, convirtiéndose en su alumna.

Santiago Falcucci


Gracias a esto pudo, profundizar sus conocimientos innatos de pintura y dibujo con el reconocido pintor. Se interesó en las técnicas del neoclasicismo y el romanticismo de Europa.


Con su ímpetu juvenil e innovador, hizo algo bastante particular para una mujer de entonces, la joven Lola retrató a distintas personalidades de la alta sociedad tucumana. Gran repercusión positiva tuvo esta colección de dibujos y los encargos no se hicieron esperar.




Corría el año 1894 y Lola expuso dichos retratos, donde mostraba a gobernadores tucumanos. La muestra recibió muy buenas críticas y la llevó a posicionarse como una destacada artista. Entre sus dibujos, realizados en carbonilla, figuraba el que le hiciera al gobernador salteño Delfín Leguizamón. Esta colección fue adquirida por la Legislatura tucumana, aunque otras fuentes consignan que fue donada por la autora. Su maestro, Falcucci, se refirió a esta colección declarando: “Era la copia de una fotografía, pero tenía todo de propio, de individual en la factura”.


El gran éxito adquirido hizo que recalara en Buenos Aires, allí solicitó una beca para perfeccionar su arte en Roma. El flamante presidente, el salteño José Félix Evaristo Uriburu, se la otorgó. La beca consistía en una subvención mensual de cien pesos oro durante dos años. Y hacia Roma fue Lola, a estudiar con el pintor Francesco Paolo Michetti (destacado en pintura y fotografía) y con el escultor Giulio Monteverde (maestro del trabajo en mármol), este último conocido como “el nuevo Miguel Ángel”.


Monteverde admiró el talento de Lola para esculpir, por lo que le aconsejó no abandonarlo. Lola, entonces, atenta a tal consejo, descartó su futuro como pintora y se dedicó a la escultura a tiempo completo. Montó su taller en la capital italiana desde donde trasladaba trabajos encargados en Argentina.

Giulio Monteverde



Uno de sus reconocimientos más importantes, en esta etapa de su vida, fue recibir en París una medalla de oro por un autorretrato realizado en mármol de Carrara. Tras recolectar varios éxitos artísticos en países europeos, regresó a Argentina el último año del siglo XIX (año 1900). Con su retorno, también volvieron los encargos, sin ir más lejos, en San Miguel de Tucumán le pidieron la realización de una estatua de Juan Bautista Alberdi.

Estatua de Juan Bautista Alberdi


Luego, en Salta, hizo la fundición de estatuas y relieves conmemorativos para el Monumento 20 de febrero, mientras tanto ofreció a la municipalidad de la ciudad de Buenos Aires su obra más reconocida y controversial: la Fuente de las Nereidas.


De su vida íntima se sabe muy poco, casi nada, pero lo que sí abunda son los rumores. Algunas fuentes orales indican que fue la amante de Julio Argentino Roca. Lo cierto es que él fue su gran amigo, y hasta se convirtió en su mecenas. También se dijo que Lola tenía inclinaciones bisexuales. A sus cuarenta y dos años, se casó con un empleado del Congreso Nacional, de nombre Luis Hernández Otero, diecisiete años menor, mas se separó a los cinco años de casada.



Realizó los bustos de personalidades de la política y la aristocracia argentina, tales como Juan Bautista Alberdi, Facundo de Zuviría, Aristóbulo del Valle, Carlos María de Alvear y Nicolás Avellaneda, entre otros. También trabajó con las alegorías: las estatuas de La Justicia, El Progreso, La Paz y La Libertad, y algunas esculturas en el Monumento Histórico Nacional a la Bandera, en la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe.




Lola Mora fue quien realizó la emblemática Fuente Monumental de las Nereidas, que representa a seres mitológicos asistiendo al nacimiento de la diosa romana Venus. La obra tenía que ser expuesta en la Plaza de Mayo de la Ciudad de Buenos Aires, justo frente a la Catedral, pero como se dijo, la obra era (y es) un conjunto de divinidades de la mitología que muestra personajes femeninos desnudos. Podría pensarse que las autoridades eclesiásticas fueron los principales objetores de la instalación del monumento en dicho lugar, sin embargo, fueron los moralistas de ciertos sectores porteños quienes sostuvieron su descontento arguyendo que las estatuas mostraban sin recato los cuerpos desnudos emergiendo triunfalmente en aguas «licenciosas» y «libidinosas». Para evitar el escándalo se decidió ubicar la obra en la Costanera Sur.


Lola Mora se expresó al respecto:


“No pretendo descender al terreno de la polémica; tampoco intento entrar en discusión con ese enemigo invisible y poderoso que es la maledicencia. Pero lamento profundamente que el espíritu de cierta gente, la impureza y el sensualismo hayan primado sobre el placer estético de contemplar un desnudo humano, la más maravillosa arquitectura”.



Otras de sus obras más relevantes fueron los altorrelieves que le encargó el Gobierno de la Nación, para la remodelación de la Casa Histórica de Tucumán. En esta obra, Lola Mora representó el emblemático 25 de mayo de 1810, en los balcones del Cabildo de Buenos Aires. Otro sector del encargo fue el otro altorrelieve, el de la Declaración de la Independencia, del 9 de Julio de 1816, en el interior del Congreso de Tucumán.



En Buenos Aires, otra de sus obras se encuentra en el acceso a la capilla de la bóveda de la familia López Lecube, sita en el Cementerio de la Recoleta. Son dos figuras realizadas en mármol: una en actitud meditabunda y otra mirando hacia el infinito. La polémica surge a raíz de que una de las figuras tiene el vestido caído en parte, dejando su hombro al descubierto, motivo por el cual las señoras de aquella época, una vez más, objetaron la obra, presentando un reclamo al Director del Cementerio. En el mismo solicitaban el retiro de la obra por considerarla "obscena", puesto que la obra no tendría que estar destinada a un lugar tan sacro.


Pero quiero traer el tema de la Fuente de las Nereidas y de las esculturas de las escalinatas del Palacio Legislativo porteño, pues en esos momentos, Dolores Candelaria Mora Vega de Hernández, tal era su nombre completo, vivía en Roma y llegaba de visita a Buenos Aires para la inauguración de su obra maestra, la Fuente de las Nereidas. ¿Recuerdan que fue criticada? Pues Lola fue la única mujer en ese evento social, la única con derecho a participar por ser la autora. Es entonces cuando el presidente Julio Argentino Roca le encarga la producción de dos grupos escultóricos que se ubicarían en pedestales de la escalinata del palacio legislativo.


Lola tenía experiencia en la técnica utilizada para trabajar sobre el mármol de Carrara, por el que recibía encargos a nivel internacional, y el presidente del país quiso tener más obras de ella en Argentina, pues no existía nadie que pudiera superar este tipo de conocimientos, para tallar un mármol de Carrara, más que Lola Mora.


Lola empieza su trabajo en el taller de Roma hacia el año 1904, y luego embarca las esculturas a la capital argentina, esto es a comienzos del año 1906. Las trae casi terminadas. Trabaja en la parte restante mientras vivía dentro del edificio del Congreso, en el almacén y es aquí donde conoce a su marido, empleado del Congreso nacional.


A mediados de 1907 las esculturas se instalaron en las escalinatas del Palacio, tal como era el deseo de Roca. En el centro del primer grupo escultórico, la figura femenina de la Paz se ubicaba en la parte más alta y sostenía con delicadeza la falda de su vestido ajustado, mostrando un pecho descubierto, en su mano derecha tenía un ramillete de olivo, y con un paso adelante avanzaba.

Figura femenina de la Paz


La imagen del Trabajo se ubicaba al lado, era un joven musculoso, adelante, la Justicia se mostraba desafiante con su cuerpo semidesnudo, mientras cubría sus piernas con una túnica larga. El curioso detalle es que estaba sin la típica venda sobre sus ojos, con una espada en la mano y escondiendo la balanza de la justicia.

La justicia



Obra provocativa, que anticipaba polémicas. En el segundo grupo escultórico estaba el Comercio, también conocido como el Progreso que era un joven sentado y desnudo, cubriéndose, por pudor, con un manto. La Libertad, con su brazo izquierdo levantado, enarbola el estandarte nacional, con el brazo derecho arrastrando rotas cadenas.




Estas esculturas, como era de esperar, conmocionaron el centro político y cultural argentino y poco pasó para que se sucedieran las denuncias y los reclamos. Y los reclamos llegaron, unidos esta vez, a la expresión de rechazo, pues Lola era una mujer que desafiaba a su época y las esculturas provocaban, según los sectores acusadores, el malestar de la sociedad en general. Las esculturas estuvieron muy pocos años, hasta que, en el año 1921, las cámaras de diputados y senadores consideraron a las esculturas como inapropiadas para la estética del Congreso, por lo que se las retiraron del lugar, llamándolas “adefesios”, entre otros adjetivos calificativos. Se desconoció su calidad artística, poniendo a la artista en el eje del debate moral.


La orden sobre el destino del conjunto de obras era donarlas al zoológico; sin embargo, y gracias a la gestión de un senador jujeño, se decide trozarlas para llevarlas a la provincia de Jujuy. Allí se encuentran cuatro de ellas, formando parte de la Casa de Gobierno, mientras que el resto se distribuye en distintas plazas de San Salvador.


Hoy, las esculturas forman parte del Patrimonio Histórico Nacional.


Respecto a la Fuente de las Nereidas, es considerada la obra más relevante de Lola Mora, y estaba inicialmente prevista para ser instalada frente a la Catedral. La fuente se esculpió en Roma, y en agosto de 1902 llegaron a Buenos Aires los bloques de la Fuente, pero al revelarse que eran estatuas desnudas, el escándalo estalló.


De todos modos, la obra se inauguró el 21 de mayo de 1903, aunque fue en presencia de una muchedumbre ansiosa por ver la fuente del escándalo. Inicialmente, la obra estuvo emplazada cerca de la Casa Rosada, pero la presión de las ligas moralistas hizo que estalle la polémica, pues, como se dijo, eran desnudos y tal cosa no podía ser tolerada, además no veían con buenos ojos que Lola Mora trabajara en pantalones. El resultado de todo este revuelo fue que la obra se trasladó a un lugar alejado, la Costanera Sur, donde aún se encuentra la fuente, a la entrada de la Reserva Ecológica. 

Lola Mora sufrió el ostracismo derivado de los reclamos sociales, aun así, decidió quedarse en el país.


En la provincia de Salta hay solo cinco obras de Lola Mora. El más conocido es la figura de Facundo de Zuviría, obra que se ubica en el Parque San Martín.

Facundo de Zuviría, en el Parque San Martín


La segunda es un conjunto de obras colocadas en el Monumento 20 de febrero, las mismas fueron realizadas en Francia. La tercera está en la villa veraniega de San Lorenzo, y es un bosquejo de Joaquín Castellanos. La cuarta obra es una lápida que hizo por encargo, ubicada en El Tala, en el cementerio; dicha lápida lleva el nombre del jefe de la estación ferroviaria del pueblo, don Facundo Victoriano Zelarayán. Y la quinta obra es un dibujo a carbonilla del cual ya he citado con anterioridad, hecho para el gobernador salteño Delfín Leguizamón.


Hacia el final de su carrera artística, Lola afrontó la separación de su marido, Luis Hernández Otero, esto en el año 1917. A partir de entonces, los encargos disminuyeron notablemente. Se interesó por el cine, lo que motivó sus deseos de experimentar con telones de color, al punto de intentar la invención de un sistema llamado “Cinematografía a la luz”, mas el dispositivo tuvo que ser dejado de lado puesto que se necesitaban mayores conocimientos científicos.


Lola incursionó en otros campos, por ejemplo, fue contratista en la obra del tendido de rieles del Ferrocarril Transandino del Norte, más conocido como Huaytiquina, en Salta, por donde transita el Tren a las Nubes en la actualidad. También es la autora del primer proyecto de subterráneo y galería subfluvial para la Argentina, previstos, en principio, para la Capital Federal. Fue también la responsable del trazado de las calles de la ciudad de San Salvador de Jujuy.


Justamente en Jujuy, hacia el año 1923, fue nombrada “Escultor Encargado de Parques y Jardines y Paseos” y en Salta, al año siguiente, comenzó exploraciones geológicas sin éxito, realizando inversiones riesgosas para la prospección de petróleo, perdiendo sus ahorros.


A sus 65 años, y con una salud muy frágil, vivió junto a sus sobrinas. Dos años después, en 1933 la Sociedad Sarmiento de Tucumán realizó una muestra a beneficio de la artista.


A continuación les traigo un mito urbano, una historia que pasó de boca en boca, y es que varias personas decían que cuando se preparaba una tormenta, se veía a Lola Mora pidiendo a los transeúntes paraguas para cubrir su obra La Fuente de las Nereidas, y que en más de una oportunidad se la habría visto en la propia fuente sosteniendo un paraguas para que las Nereidas no se mojen. Tal vez esto deriva de un hecho real pues en 1932, Lola fue a inspeccionar su obra, y decidió quedarse todo el día contemplándola. Sus sobrinas dieron parte a la policía al no saber nada de ella. La noticia llegó a los periódicos vespertinos y gracias a ellos fue encontrada donde la Fuente. José Armando Cosentino, un periodista de la época, cuenta que una noche encontró a una mujer mayor caminando sola, parecía tener dificultades, y le preguntó si necesitaba ayuda, ella respondió: “Solo vine a secar a mis hijitas”. Las hijas eran las Nereidas de la fuente, La mujer traía en la mano un pañuelo mojado y un cartel que decía LOLA MORA, la dirección y un número telefónico.


Vivía humildemente. Este periodista, junto a un amigo, solicitó al legislador Alfredo Palacios una ayuda para Lola Mora. El legislador, indignado, dijo:

“¿Cómo puede ocurrir esto con una gloria nacional? Los argentinos somos ingratos”.


Se presentó un proyecto para darle una pensión de doscientos pesos en honor a sus años de esplendor.


El 17 de agosto del año 1935, Lola Mora sufrió un ataque cerebral en Buenos Aires, y quedó postrada casi diez meses. Sus últimos tres días estuvo inconsciente y con dificultades para respirar, hasta que su luz se apagó el 7 de junio de 1936; falleció rodeada por sus tres sobrinas, quienes la asistieron durante toda la enfermedad.


Con Lola Mora fallecida, las sobrinas quemaron cientos y cientos de notas, bosquejos, cartas y pertenencias de Lola, por lo cual, con todo el dolor del mundo, la historia de gran parte de su vida desapareció en las cenizas.


Sus restos descansan en el cementerio del Oeste, en la provincia de Tucumán. Su tumba fue declarada, en el año 2010, bien de interés histórico-artístico. En su memoria y a modo de homenaje, el 17 de noviembre (supuesta fecha de su natalicio), es el Día Nacional del Escultor y las Artes Plásticas.


Los restos de Lola Mora descansan en la provincia de Tucumán



"El decidirse por el arte ya había significado una proeza, recordemos la fecha de sus comienzos y su actuación inicial. Mujer y escultora parecían términos excluyentes. Los prejuicios cedieron, sobrepujados por la evidencia de su obra", dijeron en la prensa nacional.


Lola Mora fue una gran artista, una gran mujer que ocupó, situándonos a la distancia, un lugar muy importante, en un mundo de hombres.


La memoria de Lola tuvo que esperar para ganarse el respeto al trabajo de las mujeres dedicadas al arte y a la libertad de expresión.


Diego Tejerina



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