El perdón
Salió con la pesadumbre propia de quien ve algo que no quiere ver. Piensa que es tarde para un café y temprano para un trago, pero se decide por esto último.
Entra al bar de esa callecita perdida que alguna vez le sirvió de manto para sus huellas, y un aroma a derrota lo invade, el silencio de su corazón lo envuelve a pesar del bullicio medido de los habitantes de aquel pequeño mundo.
Como un vecino más de ese lugar se acerca a la barra recordando escenas que nunca vivió: las de un hombre derrotado matando alguna pena nueva. Desorientado pide algo que le sea lo suficientemente fuerte como para amortiguar el corazón y así no poder sentir el dolor causado por ella. Mira a su alrededor descubriendo que también existen colores opacos, o mejor dicho dándose cuenta que los colores tienen su lado opaco según el estado de ánimo de quien los mira. Es así que descubre a través de espejo, que su rostro también es opaco, sin brillo. Probablemente nadie sepa quién es y por eso decidió ir a ese lugar. No tiene apuro porque nadie lo espera, es así que decidió escuchar historias ajenas para ver si la suya resultaba pequeña. Descubrió que hay cientos de historias en ese pequeño mundo, historias lindas, feas, tristes; de pronto se da cuenta que está pidiendo el quinto trago y ya no siente dolor. Su corazón latiendo se parece a un bombo lejano que se deja escuchar en el silencio de la noche, entonces pudo sonreír y darse cuenta que una mujer de hermosa voz cantaba las cosas de su propio corazón y se acercó a esperar que termine su canto para invitarle un trago. Cuando se dio cuenta llevaban un largo rato conversando. Se llamaba Martina o algo así, pero él la llamaba Luz. Es así que Luz le pidió su nombre, teléfono, dirección y demás datos para volver a ver a este desilusionado hombre.
La bebida hizo efecto y este hombre no recordó nada más. Se despertó en su casa, en su cama, y con una nota de Luz que decía “llamáme” dejando su número. Él pudo recordarla vagamente, aquello no fue un sueño. El momento se rompió cuando alguien tocó la puerta. Era ella, no Luz sino “ella”, el motivo de su pena. Pensó que debía vengarse, pero para que haya venganza tiene que haber una víctima, y no quiso. Sólo la perdonó. La perdonó.
Comentarios
Que tu vida sea siempre de colores brillantes!
Marga
Llueve hoy...
Llueven tus huellas,
tus historias no contadas,
tus instantes no vividos,
Llueven nocturnos tus silencios,
tus sueños no soñados,
tus penas no pensadas.
Llueven tus colores desteñidos,
tus memorias olvidadas,
tus tristezas indeseadas.
Llueve...
Son gotas de tu vida hoy.
Gracias de nuevo...
Diego
Saludos Diego!
Me gustan.
Un abrazo.
PD: Tu blog es muy bueno.
Un abrazo,
Cinzia
gracias a vos por visitarme. :)
p/d: Lindo nombre Cinzia :)