¿Qué es el dolor?
“(…) Y el dolor más interesante es el que procede del corazón y no del cerebro, porque el del cerebro es una reacción neuronal, si se quiere, pero los dolores provocados por lo intangible son lo que me interesa, ese es el dolor poético. El dolor que se arraiga al ser humano cuando ha perdido al amor de su vida, el dolor que deja un ser querido que parte, el dolor que queda cuando los hijos levantan vuelo para vivir sus vidas, esos dolores parecen infinitos. Una herida en el cuerpo se cura, y al cabo de unos días ya ni lo recordamos, pero el otro dolor, a veces te atraviesa”.
Hablemos hoy del dolor. A veces me imagino al Hombre primitivo buscando el sentido de las cosas, ese sentido que viene cuando toma conciencia. ¿Cómo habrá definido lo que es la alegría, la tristeza o el dolor? En este último punto, lo importante habrá sido su lucha por evadirlo y no sería raro pensar que es acá donde toma relevancia la explicación de las emociones, porque las emociones son las respuestas del cuerpo ante un estímulo. En cambio, el sentimiento es la interpretación consciente de esa emoción, subjetiva, claro, pero explicación al fin. Y claro, el dolor puede convertirse en sentimientos duraderos como la tristeza, entre otras. Los mitos y religiones explican esto. Acá, el dolor se deja ver como un castigo divino, algo que el hombre carga para elevarse.
El dolor existe desde que el hombre tomó consciencia de él, y ha perdurado en el tiempo, viéndose muy influenciado por el pensamiento místico y religioso, bueno, en realidad esto fue hasta el siglo XIX, cuando la ciencia toma la posta, en parte, en las explicaciones de las cosas que pasan en el mundo y en los seres humanos.
En las sociedades primitivas, el dolor que producía una herida accidental era entendido como tal, pero el dolor producido por una enfermedad se atribuía a un hechizo, algunos decían que era por la pérdida del alma, hasta era considerada la posibilidad de la posesión de un espíritu maligno o demonios que entraban en el cuerpo por algún orificio del cuerpo humano.
Para protegerse de todo aquello, se empiezan a usar amuletos o tatuajes con símbolos de exorcismo para espantar los males, mientras que para el dolor concurrían a sacerdotes y hechiceros, y al conocimiento obtenido a través del tiempo sobre distintas plantas con poderes curativos. En la antigua Mesopotamia la enfermedad era un castigo de los dioses. Los egipcios creían que las enfermedades y el dolor eran causadas por la intervención de espíritus malvados o a desequilibrios que afectaban el "soplo vital" del cuerpo.
No es mi intención en este escrito, desarrollar una explicación de la medicina hindú porque sería muy pretencioso de mi parte, pero sí cabe mencionar que, si bien la medicina tradicional hindú, en especial el Ayurveda, considera que las acciones pasadas (concepto de karma) son una influencia significativa en la salud y el bienestar actuales, la idea de que los pecados cometidos en el pasado son la única causa de la enfermedad es una explicación incompleta.
Entonces te preguntarás, ¿cómo se controlaba el dolor entre los humanos primitivos? Si nos vamos a la Edad Media, ¿Cómo sería la visita al dentista? Cierto es que muchas personas murieron de dolor, eso es literal, y es algo que casi nunca nos ponemos a imaginar a pesar de que, en la actualidad, la visita al dentista, para muchos, muy traumática. ¿Acaso no te da pavor el ruido del torno?
Por suerte, el dolor hoy está controlado. Imaginemos, por un momento, una muela cariada para los primeros humanos. ¿Cómo habrían sufrido hasta que descubrieron plantas con atributos anestésicos?
Volviendo a la Edad Media, el alcohol era bien visto a la hora de visitar al dentista, más aún cuando había una operación, aunque algunos hoy lo usan para calmar los dolores del alma. Y aparece el opio, una salvación para muchos porque la Amapola Adormidera tiene sustancias básicas para la producción de opio.
¿Qué general importante de nuestra Argentina usaba opio? Pues el Gral. San Martín, que estaba obligado a usar opio para calmar sus dolores.
Un dato histórico: Josefina Tascher de la Pagerie, la mujer de Napoleón, tenía la dentadura hecha una miseria, casi no le quedaban dientes, y los pocos que conservaba le producían un dolor terrible. El mal estado de los que aún tenía le causaban un terrible dolor, por eso usaba pañuelos, abanicos, y sumado a eso, casi nunca se reía en público. Ella también usaba opio para calmar su sufrimiento, el problema era que el opio le causaba adormecimiento, por lo que a Josefina había que despertarla a cada rato.
En la actualidad, la ciencia ha encontrado una solución para que el dolor se nos vaya gracias a una simple pastilla.
Pero regreso a los tiempos lejanos para decirle que el médico y filósofo Alcmeón de Crotona (siglo VI a. C.) fue el primero en decir que el cerebro es el centro de las sensaciones y la razón. Esto se contrapuso al pensamiento, durante el siglo IV a. C., de Aristóteles, para quien el corazón era el centro de todas las funciones vitales y el asiento del alma.
Tanto los egipcios como los hindúes creían que el dolor y las sensaciones tenían su origen en el corazón. Y el dolor más interesante es el que procede del corazón y no del cerebro, porque el del cerebro es una reacción neuronal, si se quiere, pero los dolores provocados por lo intangible son lo que me interesa, ese es el dolor poético. El dolor que se arraiga al ser humano cuando ha perdido al amor de su vida, el dolor que deja un ser querido que parte, el dolor que queda cuando los hijos levantan vuelo para vivir sus vidas, esos dolores parecen infinitos. Una herida en el cuerpo se cura, y al cabo de unos días ya ni lo recordamos, pero el otro dolor, a veces te atraviesa.
El dolor (junto con el miedo), en definitiva, y esto es una opinión personal, es lo que está en la base de casi toda obra literaria, podemos citar muchísimas obras, por ejemplo, El Túnel, de Ernesto Sábato, cuando la protagonista dice algo que me marcó mucho en el libro: “La felicidad está rodeada de dolor”. Creo que resume la obra, por lo menos al momento de entender muchas acciones de los personajes.
El dolor también está en la pintura, sin ir más lejos, la mitología es, fue y será, una fuente enorme de inspiración para pintores que retratan sus dolores en base a experiencias. Si nos venimos más acá en el tiempo, tenemos la obra del noruego Edvard Munch, autor de la pintura El grito; que también pintó otra obra llamada Muerte en la habitación de la enferma, donde recuerda un momento doloroso, como la muerte de su joven hermana.
El dolor, aunque lo neguemos, está presente en toda actividad humana. ¿Quién no ha tenido un dolor alguna vez? El dolor incomprensible, aquel que no se va, el dolor enloquecedor de saber que el mal existe, que las drogas siguen terminando sueños, o que las despedidas no pueden ser entendidas. Lo hemos intentado todo contra el mal y el dolor, sí: hemos creado dioses, hemos causado guerras, alguien ha escrito el Quijote. Quedémonos con Cervantes: sin dolor, la fama de Alonso Quijano no tendría valor. En el Quijote, el amor es dolor.
Si yo abriera los libros de mi biblioteca, encontraría mucho dolor en muchos poemas, por ejemplo, los de Alejandra Pizarnik.
Las Rimas de Bécquer resumen la historia de un amor fracasado, desde su inicio hasta que la pasión se vuelve dolor, el dolo de haber amado, mire qué profundo es eso, ¿verdad? La rima 52 finaliza así:
Llevadme por piedad a donde el vértigo
con la razón me arranque la memoria.
¡Por piedad! ¡Tengo miedo de quedarme
con mi dolor a solas!
El español Miguel Hernández, poeta y dramaturgo, asociado con la Generación del 27, dice en uno de sus poemas más celebrados:
Cuanto más me contemplo más me aflijo:
cortar este DOLOR ¿con qué tijeras?
Ayer, mañana, hoy
padeciendo por todo
mi corazón, pecera melancólica,
penal de ruiseñores moribundos.
Me sobra corazón.
Hoy, descorazonarme,
yo el más corazonado de los hombres,
y por el más, también el más amargo.
No sé por qué, no sé por qué ni cómo
me perdono la vida cada día.
Miguel Hernández
Yo pregunto: ¿Quién no ha sufrido cuando con un amor no correspondido? Miguel Hernández nos pega en el rostro con el dolor, porque el dolor siempre está presente, amargándonos, a veces en silencio, y este dolor, si es callado, es uno de los peores tormentos que pueden existir, porque uno se acostumbra a él.
¿Y Jorge Luis Borges? Pues él tiene un poema cortito que se llama Despedida:
Entre mi amor y yo han de levantarse
trescientas noches como trescientas paredes
y el mar será una magia entre nosotros.
No habrá sino recuerdos.
Oh tarde merecidas por la pena,
noches esperanzadas de mirarte,
campos de mi camino, firmamento
que estoy viendo y perdiendo…
Definitiva como un mármol
entristecerá tu ausencia otras tardes.
Jorge Luis Borges
¡Oh, sí! (Charles Bukowski):
Hay cosas peores
que estar solo
pero a menudo toma décadas
darse cuenta de ello
y más a menudo
cuando esto ocurre
es demasiado tarde
y no hay nada peor
que
un demasiado tarde.
Charles Bukowski
En Charles, hay una pregunta flotando en el aire: ¿Hay algo peor que la soledad y nuestro paso fugaz por la vida?
Dolor, de Alfonsina Storni:
Quisiera esta tarde divina de octubre
pasear por la orilla lejana del mar;
que la arena de oro, y las aguas verdes,
y los cielos puros me vieran pasar.
Ser alta, soberbia, perfecta, quisiera,
como una romana, para concordar
con las grandes olas, y las rocas muertas
y las anchas playas que ciñen el mar.
Con el paso lento, y los ojos fríos
y la boca muda, dejarme llevar;
ver cómo se rompen las olas azules
contra los granitos y no parpadear;
ver cómo las aves rapaces se comen
los peces pequeños y no despertar;
pensar que pudieran las frágiles barcas
hundirse en las aguas y no suspirar;
ver que se adelanta, la garganta al aire,
el hombre más bello, no desea amar…
Perder la mirada, distraídamente,
perderla y que nunca la vuelva a encontrar:
y, figura erguida, entre cielo y playa,
sentirme el olvido perenne del mar.
Alfonsina Storni
Concluyo. Quiero tener a la vista el siguiente pensamiento:
El dolor no es un castigo, es una revelación, es un susurro agudo recordándonos que somos más que cuerpo, más que tiempo; es la grieta por donde se filtra lo divino, el reflejo de lo que no queremos ver.
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